A sus cinco años, Román encontraba el espectáculo del circo muy divertido; ese mundo mágico y tan colorido, donde todos siempre sonreían, era como traer sus sueños a la realidad. Así que el niño siempre buscaba la forma de que sus padres le cumplieran el capricho.
En cierta ocasión, vino a la región un circo, pero no era como los demás, tan solo su nombre lo decía todo «El circo de los fenómenos», esa fue razón suficiente para que los padres de Román no le llevaran esa vez. Pero ya sabemos cómo son los niños, para ellos nada es imposible, así que se escapó de casa y fue por sí mismo a ver a la mujer cabra, al niño serpiente, al hombre lobo, al niño simio y demás adefesios que se anunciaban el cartel.
Era la primera vez que hacia algo así, y tuvo que buscar una entrada alternativa ya que había olvidado traer consigo dinero para el boleto. Un payaso de mirada triste y maquillaje corrido lo descubrió husmeando; sin darle tiempo de nada, lo tomó por la fuerza, ignorando sus gritos y pataleos.
Arrastrándolo con prisa, lo llevó hasta un tráiler, que dejó salir un frio vapor al abrir la puerta. Había algunas personas dormidas sobre unas mesas plateadas.
Pronto Román cayó dormido también, al despertar… un sueño más se le había cumplido, ¡Era parte del circo de los fenómenos!, tenía una larga cola de simio, y le faltaban los dos brazos.
Lo vistieron rápidamente, y esa noche presentó su primer acto, junto al niño demonio, la mujer sin rostro, el hombre torso… su primera y única función.
El payaso estaba muy lejos de ser cirujano, solo cortaba y pegaba a su entender, no se preocupaba de infecciones o desangramiento, a fin de cuentas, en la próxima ciudad, habría más «material para trabajar«.
A dos días de la muerte de Olivia, German apenas había reunido el valor para leer su carta. Era algo extraño que ella la hubiese escrito, tal y como si presintiera que la muerte estaba cerca, probablemente eso aterraba un poco al muchacho; temía lo que aquellas palabras le revelaran, pero aun así, pudo por fin pudo abrirla para leerla.
Las primeras líneas le devolvieron la tranquilidad, ella solo evidenciaba el gran amor que le tenía. Trataba de recordarle el día que se conocieron, todo lo que hicieron juntos, incluso las peleas. Mencionaba lo mucho que le gustaba observarlo mientras dormía, abrazarlo cuando tenía pesadillas, despertar a su lado las mañanas después de acurrucarse en él toda la noche.
Un par de lágrimas rodaron por la mejilla de German, sin duda extrañaría su cercanía, le sería muy difícil sobreponerse a su ausencia… pero nuevamente le tranquilizó leer en último párrafo, en el cual se lanzaba una promesa.
Ella juraba que no lo abandonaría jamás, que no le permitiría sentirse solo, que seguiría abrazándolo a pesar de todo…
Después de eso solo venia una amorosa firma, pero German ya no podía ni siquiera sujetar la hoja entre sus manos, lo único que quería era tirarse en su cama y dormir hasta que el dolor pasara.
Sin embargo no podía conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas, y aunque sus ojos se cerraban, su mente no se apaga, pensaba en ella, la extrañaba, en cierto momento alcanzó a percibir su perfume, mezclado con el olor a podredumbre.
Callando su llanto escuchó en la habitación una tenue respiración, y allá en el rincón más oscuro, algo se movía, apuntó la lámpara hacia el rincón, y ¡ahí estaba Olivia!, se había escapado de su tumba y las garras de la muerte, solo con la intensión de cumplir la promesa a su amado y estar con el eternamente.
No es raro encontrarse en cualquier lugar una construcción abandonada, ya sea el entorno rural o citadino, estas pululan por todas partes, algunas simplemente están ahí en el olvido y otras tienen su historia, tal es el caso de aquel almacén de suministros en un antiguo pueblo minero.
El inmueble tenia tanto tiempo en desuso, que la naturaleza había recuperado lo que le pertenecía, los letreros de prohibido el paso estaban colgados por doquier por lo inestable de la estructura, aun así, los adolescentes adoraban visitar este lugar para mantenerse lejos de los ojos vigilantes. Aunque iban allá en busca de aventura, se alejaban de las zonas más oscuras, pues el sitio era en verdad peligroso y trataban de evitar un accidente.
Un día, molestando a una de las chicas, utilizando su bolso como pelota de futbol americano, este fue a caer en un oscuro rincón. Sin pensarlo un solo segundo, un chico que se sentía atraído hacia ella, se aventuró para recuperarlo, iluminado solamente con su celular.
Al llegar hasta el punto, sintió un aire frio helándole los pies, y descubrió un túnel casi vertical, al parecer bastante profundo, cubierto con unas cuantas piezas de madera crujiente. Al darse cuenta donde estaba parado, dio un salto casi felino para ponerse a salvo.
Cuando todos dejaron de reír por su hazaña, les contó lo que vio, los demás se acercaron, y a pesar de que eran muchos celulares dirigidos hacia ahí, no alcanzaban a ver nada más que oscuridad, trataron de adivinar su profundidad arrojando cosas en él, pero tampoco hubo suerte. Al aburriste comenzaron a bromear, uno de ellos gritó:
—¿Hay alguien ahí?.—y desde el fondo una voz infantil y cavernosa respondió en tono burlón —¡Sí!, y voy por ti —.
No fue necesario quedarse a averiguarlo, simplemente no regresaron por ahí. Solo que no advirtieron a otros sobre su experiencia, tal vez los próximos, si descubran lo que habita en el fondo del túnel.
Bogdan era el nombre de un individuo que había venido a vivir desde el continente europeo hasta Sudamérica. Se decía que poseía una gran fortuna, debido a que mandó construir un castillo en medio de la nada.
Su fortaleza estaba rodeada por vallas de troncos y piedras. Sólo algunos de los lugareños pudieron verle el rostro, ya que él acostumbraba salir a altas horas de la noche y además cubierto con una máscara.
Los cuentos de terror sobre su persona, se propagaron como la pólvora por todos los alrededores. Había quienes afirmaban que su rostro estaba completamente desfigurado a causa de una grave enfermedad, había otros que decían que le faltaban partes de la cara (por ejemplo, una oreja, un ojo etc.).
Esos rumores continuaron sin que las autoridades les prestaran la atención debida, hasta que los animales del pueblo (particularmente las ovejas y las cabras) empezaron a desaparecer de las granjas cercanas.
Los pastores y capataces de las haciendas se pusieron a vigilar para ver quién era el que les estaba robando su ganado. Más se dieron cuenta de que sucedía algo extraño, los animales salían en tropel siguiendo una línea recta perfecta que se enfilaba hacia el castillo de Bogdan.
Al llegar ahí, éste ya los estaba esperando en la puerta. Aquellos hombres que llegaron a observar este hecho más de cerca, afirman que Bogdan estaba vestido de negro, con una capa que le llegaba hasta los pies.
Sin embargo, eso no era lo que provocaba terror, sino que de su boca salían dos prominentes colmillos. Aquella escena pronto se transformó en un festín sangriento, ya que el vampiro se abalanzó sobre las ovejas clavando sus incisivos en su cuello, hasta dejarlas secas por dentro.
Los campesinos que ya anteriormente habían lidiado con otros vampiros, le dispararon con escopetas cargadas de balas de plata, lo que hizo que Bogdan se desplomara perdiendo la vida. Además, dejaron su cadáver a la intemperie, para que el sol terminara de desintegrarlo.
Los chicos del barrio acostumbraban jugar futbol frente a una casa abandonada, por eso de las ventanas, jardines dañados o el ruido que a muchos de los vecinos les molestaba. Regularmente los llamaban a dormir antes de las 9, pero aquella noche de sábado los dejaron disfrutar un poco más, pues tenían los vecinos una agradable reunión.
La pelota iba y venía de un patio a otro, de donde la recuperaban sin mayor problema, hasta que entró por la ventana del segundo piso de la sucia casa.
Se disponían a trepar un árbol para ir a buscarla, cuando fue arrojada desde adentro —¿Hay alguien ahí? —preguntó Daniel con algo de precaución, a lo que una voz tímida e infantil respondió: —¡Sí! Y quiero jugar con ustedes —después de una rápida plática de niños, decidieron subir a jugar a las escondidas con su nuevo amigo, del cual solo podían ver la sombra asomándose por la ventana.
Contó una de las chicas hasta 100 y todos se ocultaron, pero les fue imposible hallar al niño desconocido antes de que los llamaran a sus hogares. Pasaron varios días sin saber de él, hasta que nuevamente pudieron quedarse tarde y su sombra apareció en la ventana invitándoles a continuar el juego y encontrarlo.
Los chicos se negaron de inmediato, les parecía tedioso tener que buscarlo porque era demasiado bueno para esconderse, así que mejor insistieron en que bajara a jugar futbol.
El chico se reusaba en cada ocasión con un tono muy triste. Notando su estado de ánimo —¿Por qué no quieres jugar con nosotros?— dijo Daniel.—Porque no puedo…—respondió el chiquillo con un nudo en la garganta—¡Es que los fantasmas no tenemos pies! —agregó, y bajó flotando desde el segundo piso, ante las miradas incrédulas de los chicos, que echaron carrera a sus casas.
Esta historia de terror se remonta siglos atrás, en un pequeño pero hermoso pueblo, donde vive una familia acaudalada: el padre, la madre y su hermosa hija. Esta chica era tan hermosa que era la envidia de todo el pueblo, todos la querían, aunque los niños la odiaban.
Ella tenía una debilidad: los espejos. Le encantaba verse y peinarse en ellos. Era tanta la obsesión de esta chica con ellos que su padre cada vez que regresaba de viaje, le traía uno diferente, logrando así llenar su propia habitación con ellos.
Pero no eran una familia feliz. La madre odiaba a su hija por que obtenía mucha más atención por parte del padre, y se sentía demasiado celosa, a tal punto que un día la madre le colocó veneno en la cena, y mientras la chica comía, ella entretuvo a su esposo en el cuarto de arriba. Cuando regresaron a la cocina, la joven ya estaba muerta.
Su padre se sumergió mucho en la tristeza, estaba destrozado. Tanto así que todos los días se la pasaba en el cuarto de su hija llorando y consolando su pena.
Hasta que un día vio una luz especial en uno de los espejos. Se acercó, y vio a su hija reflejada en él. Ella le mostró a través de este como su madre la había matado. El padre, enfurecido, pide el arrestro de su esposa.
Nunca paró de visitar día tras día el cuarto de su hija para ver su fantasma reflejado en los espejos de la habitación.
La vio por primera vez cuando fue de visita a la casa de Cecilia, una amiguita que estaba muy enferma. La pálida chica abrazaba muy fuerte esa linda muñeca a la que Rosalba no podía quitar los ojos de encima y la cual le dejó como regalo tras su muerte días después.
La pobre niña no sabía que sentir, aunque el presente le había fascinado, la tristeza por perder a su amiga no le dejaba disfrutar. En momentos creía que su deseo de poseer la muñeca había causado la muerte de Cecilia y la culpa la consumía. Sobre todo porque no había alrededor alguien que se preocupa por ella, su propia familia la ignoraba por completo.
A causa de esta soledad, su único refugio fue la muñeca, se convirtió en su compañera, en su amiga, en su todo. Compartía con ella secretos, miedos, frustraciones y problemas en su entorno. Y pronto sucedió algo muy extraño, pues todo aquel que dañaba a Rosalba de algún modo, aparecía muerto, con su rostro destrozado a arañazos.
Ni su propia familia estuvo a salvo de este terrible mal, un día al despertar, se dio cuenta que estaba sola en el mundo, pues sus parientes estaban tirados en la cocina ahogados en un charco de sangre.
La pobre niña empezó a llorar y llorar por estar sumida en aquel terrible cuento de terror, en el que todos se marcharon de un modo horrendo, dejándola en el olvido. Sus lágrimas fueron tantas que terminó dormida sobre la mesa.
Despertó envuelta en llamas, y extrañamente veía que su cuerpo la observaba sonriente mientras se quemaba.
Todo acabó con una muñeca achicharrada, y dos contentos padres por tener de vuelta a su hija, pues aprovechando el encanto que Rosalba sintió por el juguete, lo acercaron a ella después de meter ahí el espíritu de su moribunda hija, para que en el momento preciso esta hiciera un intercambio y tuviera nuevamente un cuerpo humano.