Esta tarde empujé a Arturo a la fuente. Cayó en ella y se puso a hacer gluglú con la boca, pero también gritaba y fue oído. Papá y mamá llegaron corriendo. Mamá lloraba porque creía que Arturo se había ahogado. Pero no era así. Ha venido el doctor. Arturo está muy bien ahora. Ha pedido pastel de mermelada y mamá se lo ha dado. Sin embargo, eran las siete, casi hora de acostarse, cuando pidió pastel, y, a pesar de eso, mamá se lo dio. Arturo estaba muy contento y orgulloso. Todo el mundo le hacía preguntas. Mamá le preguntó cómo había podido caerse, si se había resbalado, y Arturo ha dicho que sí, que se tropezó. Es gentil que haya dicho eso, pero yo sigo detestándolo y volveré a hacerlo en la primera ocasión.
Por lo demás, si no ha dicho que lo empujé yo, quizá sea sencillamente porque sabe muy bien que a mamá le horrorizan las delaciones. El otro día, cuando le apreté el cuello con la cuerda de saltar y se fue a quejar con mamá diciendo: «Elena me ha hecho esto». Mamá le ha dado una terrible palmada, y le ha dicho: «¡No vuelvas a hacer una cosa así!». Y cuando llegó papá ella se lo ha contado y papá también se puso furioso. Arturo se quedó sin postre. Por eso comprendió, y esta vez, como no ha dicho nada, le han dado pastel de mermelada. Me gusta enormemente el pastel de mermelada; se lo he pedido a mamá yo también, tres veces, pero ella ha puesto cara de no oírme. ¿Sospechará que fui yo la que empujó a Arturo?
Antes, yo era buena con Arturo porque mamá y papá me festejaban tanto como a él. Cuando él tenía un auto nuevo, yo tenía una muñeca, y no le hubieran dado pastel sin darme a mí. Pero desde hace un mes, papá y mamá han cambiado completamente conmigo. Todo es para Arturo. A cada momento le hacen regalos. Con esto no mejora su carácter. Siempre ha sido un poco caprichoso, pero ahora es detestable. Sin parar, está pidiendo esto y lo otro. Y mamá cede casi siempre. A decir verdad, creo que en todo un mes solo lo han regañado el día de la cuerda de saltar, y lo raro es que esa vez no era culpa suya.
Me pregunto por qué papá y mamá, que me querían tanto, han dejado de repente de interesarse en mí. Parece que ya no soy su niñita. Cuando beso a mamá, ella no sonríe. Papá tampoco. Cuando van a pasear, voy con ellos, pero continúan desinteresándose de mí. Puedo jugar junto a la fuente lo que quiera. Les da igual. Solo Arturo es gentil conmigo de cuando en cuando, pero a veces se niega a jugar conmigo. Le pregunté el otro día por qué mamá se había vuelto así conmigo. Yo no quería hablarle del asunto, pero no pude evitarlo. Me ha mirado desde arriba, con ese aire burlón que toma adrede para hacerme rabiar, y me ha dicho que era porque mamá no quiere oír hablar de mí. Le dije que no era verdad; él me dijo que sí, que había oído a mamá decirle eso a papá, y que le ha dicho: «No quiero oír hablar nunca de ella». Ese fue el día que le apreté el cuello con la cuerda. Después de eso, yo estaba tan furiosa, a pesar de la palmada que él había recibido, que fui a su recámara y le dije que lo mataría.
Esta tarde me ha dicho que mamá, papá y él iban a ir al mar, y que yo no iría. Se rio y me hizo muecas. Entonces lo empujé a la fuente.
Ahora duerme y papá y mamá también. Dentro de un momento iré a su recámara y esta vez no tendrá tiempo de gritar, tengo la cuerda de saltar en las manos. Él la olvidó en el jardín y yo la tomé.
Con esto, se verán obligados a ir al mar sin él. Y luego me iré a acostar sola, al fondo de ese maldito jardín, en esa horrible caja blanca en la que me obligan a dormir desde hace un mes.
Una noche normal saliendo de clases a las 7 de la noche, por falta de dinero no toma el bus y se va caminando solo hacia su casa; en un pueblo donde la luz en las calles se remite solo a las avenidas dejando a las otras como unas trillas hechas de asfalto donde la poca luz de las casas se tornan tenues de manera que atribuyen ese toque sombrío y algo peculiar en la escena, en fin, dando vueltas por las calles mira a los carros pasar y las casas a su alrededor pero, de pronto un susurro aparece de la nada al cual hace caso omiso puesto que supone que no es con él y prosigue como si nada. Luego lo escucha un poco más fuerte pero aun no identificable pero con un toque seductor que a cualquiera le llamaría la atención, algo inquieto por esto se apresura a llegar a su casa y al llegar a esta percibió una sombra poco distinguible pero presente en la penumbra de su estacionamiento, escucho de nuevo este mismo susurro, aun no entendía que decía pero, todo en su mente se volvía confuso, estaba mareado, todo se le volvía borroso a la vista; perdió en conocimiento.
Abrió los ojos confundido por que estaba en su habitación y no sabía cómo llego hasta allá –inconscientemente pensó – era de noche aún por eso pensó también que no había pasado mucho tiempo, estaba en su cama tirado todo parecía normal… parecía un caso aislado una laguna mental quizá; no le tomo importancia alguna.
Se levanto abrió la puerta y de pronto estaba en otra casa, si definitivamente era su cuarto pero no era su casa, paradójicamente faltaban y sobraban cosas a la vez, aun así llamo a sus padres y a su hermana y no respondieron, salió a la calle y no había nadie tampoco, solo estaba el, ni policías, ni vecinos ni familia, nadie. En vista de tal caso decidió entrar a casa de sus vecinos tomar las llaves de un auto. Condujo por todo el pueblo y efectivamente todos había desaparecido sin dejar una nota un rastro nada simplemente se esfumaron de la ciudad, mando correos electrónicos, llamo, grito, encendió hogueras con muebles y nadie absolutamente nadie apareció.
Durante las ‘visitas’ a las casas de sus vecinos encontró un arma pequeña… duro unos cuantos días acompañado de la soledad, del silencio, de las cosas sin vida que nos hacen vivir bien a nosotros, hasta que abandono toda esperanza. Lloro, grito y hasta una leve sonrisa de esas que aparecen cuando se evocan los bonitos recuerdos fueron los actos posteriores a quitarle el seguro al arma ponérsela en la sien y jalar el gatillo, con la esperanza de encontrarse con los demás en un enigmático mas allá; pero no fue así.
Despertó en la habitación de una clínica con un intenso dolor de cabeza las maquinas a las que estaba conectado empezaron a sonar y un par de enfermeras entraron a la habitación en compañía de un medico. Este le dijo que había caído en un breve coma por hipoxia (falta de oxigeno en las células) que había durado varios días y estaba en buenas condiciones ahora pero que debía quedarse unos días más allí. Unos extraños, para él, entraron a la habitación afirmando ser sus padres, ellos lo reconocían y lo llamaban por su nombre; se coloco las manos en la cabeza y apareció nuevamente el susurro a lo lejos, intento guiarse y se paro corriendo hacia la sala de baño de la habitación, se vio en el espejo y no era su cuerpo, era as delgado, mas blanco y más joven… sintió de pronto que volvía a escuchar el mismo susurro, esta vez provenía de la calle, se asomo por la ventana y solo se fijo la mirada en la sombra que estaba en la acera del frente sintió los mismos síntomas que la primera vez; antes de caer rendido nuevamente entendió que la sombra estaba jugando con él. No había terminado… apenas comenzaba.
Está demostrado científicamente que las personas que aparecen en nuestros sueños no son totalmente desconocidas, sino personas que hemos visto a lo largo de nuestra vida.
Por consiguiente, cualquier individuo con el que nos crucemos por la calle, aunque solo le dediquemos una mirada furtiva, podría ser capaz de aparecer esa misma noche en nuestros sueños.
Yo soy una persona que sueña poco (Al menos estando dormido) o quizás sueñe y no sea capaz de recordarlo por las mañanas, pero creerme cuando os digo que estos últimos días he tenido los sueños más intensos de mi vida, la curiosidad mató al gato y a mí me queda poco para morir. He visto cosas que no debería haber visto y ahora me persiguen.
Ahora mismo estarás pensando, como hubiera hecho yo hace una semana: “¿Qué importan tus pesadillas? No pueden hacerte ningún daño físico.” Gran error, para mi desdicha también está demostrado científicamente que los sueños producen reacciones diversas en nuestro cuerpo, cosa que mis arañazos confirman… La noche es muy larga y no podré escapar de ellos durante mucho tiempo, y tampoco podré aguantar sin dormir. Pero yo ya no importo, ahora sólo importas tú.
Interesantes los anteriores retratos, ¿Verdad?.Quizás no los recuerdes del todo bien, échales otro vistazo prestando un poco más de atención. Parecen un poco peculiares ¿No?.
Son de asesinos, sádicos e internos de manicomio. Supongo que a estas alturas te habrás preguntado por que no he dado más detalles respecto a mis sueños. Quiero que los descubras tú mismo, la curiosidad mató al gato, pero el gato no quiere morir solo.
Ahora los retratos están en tu mente, y ellos pronto estarán en tus sueños. Quizás también te hayas percatado de que hay un espacio en blanco entre ellos, es para ti amigo mío; Pon ahí tu retrato, supongo que al igual que yo no querrás ir solo a la tumba.
En los bosques del sudoeste de los Estados Unidos vivía un guardabosque junto a su esposa. Durante siete años habían intentado en vano tener un hijo y nunca lo habían logrado. Todo lo que tenían era a Sam, un pastor alemán de gran inteligencia y fidelidad, un perro que en más de una ocasión había salvado a las gallinas de ladrones o animales y que incluso una vez salvó a la esposa del guardabosque de un trío de borrachos.
Sam no podía hablar y decir “papá” o “mamá” pero hasta cierto punto había sido un hijo para la pareja. Traía el periódico y las zapatillas, perseguía el frisbee y lo atrapaba en el aire, entendía cuando necesitaban su compañía y también cuando debía irse o hacer silencio. Era un perro de esos que aparecen en las películas de Hollywood pero al fin y al cabo era un perro y nunca podría llenar aquellos espacios vacíos que motivaban en el guardabosque y su esposa el deseo hasta entonces frustrado de tener un bebé.
Un día sin embargo, la mujer del guardabosque le dijo a su esposo que por fin había quedado embarazada de un niño… No lo podían creer, estaban tan emocionados que compraron biberones, ropas de bebé, pelotas, carritos y una hermosa cuna, todo para recibir a la tan ansiada criatura.
Cuando el bebé nació ellos hicieron una fiesta y luego, a medida que el bebé fue creciendo, los mimos y las atenciones hacia Sam fueron disminuyendo y el perro, sintiéndose celoso del bebé, empezó a mostrarse menos afectuoso y más distante aunque siguió siendo obediente, fiel y tranquilo como siempre había sido. Nunca le vieron gruñendo al bebé o mirándole mal a pesar de los celos. Pero todos percibían que en el fondo el perro odiaba a un bebé que le había arrebatado el protagonismo y las atenciones de sus amos.
Pasados los meses llegó aquel día que el guardabosque nunca olvidaría:
Era una tarde en que su esposa no estaba porque había ido a reunirse con unas amigas en el pueblo, el guardabosque se había quedado sólo con el perro y el bebé. Cuando recibió una llamada avisando que unos cazadores furtivos estaban disparando sus armas a menos de un kilómetro de su cabaña. En cumplimiento de su deber como guardabosques (no así el de padre), decidió dejar al bebé, que ya tenía casi nueve meses, con el pastor alemán, su mujer le había avisado por teléfono que estaba en camino así que como máximo el niño estaría 15 minutos solo. Él sabía que volvería rápido y que el bebé dormiría al menos un par de horas más ya que se había acabado su biberón hacía escasos minutos. Le indicó entonces a Sam que cuidase de su hijo, cogió su escopeta, cerró la puerta de casa y se marchó.
Cuando regresó diez minutos después, ya que los furtivos escaparon antes de que él llegara, y abrió la puerta de su casa no daba crédito a lo que vio: Sam tumbado en la entrada del cuarto del bebé y con la boca llena de sangre y espuma.
De un salto pasó por encima del perro y entró en la habitación del niño. El espectáculo que se encontró le marcaría de por vida. La cuna del niño estaba volcada en el suelo contra la pared, la mesita de noche tirada en el suelo y la cuna, sábanas e incluso el suelo y la cortina manchadas de sangre, sangre que el mismo perro se lamía de sus patas.
Por unos instantes permaneció pasmado y con la mandíbula ligeramente desencajada, luego y con los ojos llorosos de pura furia comprendió que el perro esperó su ausencia para deshacerse de ese molesto niño que le había robado el protagonismo. Una mueca de ira apareció en su rostro y, sin poder ni querer pensar en lo más mínimo, cargó su escopeta y disparó al perro.
Los perdigones reventaron el cuerpo de Sam, la sangre brotó a raudales de varios puntos de su piel y el pobre animal dio un gemido de dolor para luego desplomarse en un gran charco de sangre.
Pero cual sería su sorpresa cuando la detonación provocó un llanto que nunca más esperó volver a escuchar, el guardabosques corrió hacia la cuna que estaba derribada en el suelo para darse cuenta de que en realidad el bebé se había quedado dormido detrás de ella y que las sabanas ensangrentadas que cubrían al bebé no le habían permitido darse cuenta de que su hijo seguía con vida…
Sujetando al bebé en sus brazos y mientras le besaba embargado por la alegría vio que estaba completamente sano y sin un solo rasguño, con lágrimas resbalando por sus mejillas, incorporó la cuna y lo dejó en ella para luego dirigirse hacia sus sábanas revueltas y ver que, sepultada por la tela, estaba enrollada una gran serpiente cascabel de casi dos metros de longitud, muerta por los mordiscos del fiel perro que había arriesgado su vida por salvar al bebé de la letal serpiente.
No podía creer lo que había hecho, y llorando como un niño abrazaba el cadáver de su amigo inseparable, al revisar con más detenimiento su cuerpo se fijó en un par de puntos rojos en su pata, era una picadura de la cascabel, probablemente su veneno era el causante de la espuma en su boca y sin duda parte de la sangre que había en el cuarto y la que el perro lamía de sus patas eran de él mismo.
Cuando su esposa llegó el guardabosque le contó lo sucedido. Dicen que fue tal el remordimiento que tuvo que gastó casi todos sus ahorros para enterrar al perro como habría enterrado al hijo que, gracias al fiel pastor alemán, no murió aquel día…
Durante 38 años los carpinteros no pararon ni un día de construir la casa Winchester, una casa llena de extrañas rarezas que van desde escaleras que no suben a ningún piso a habitaciones secretas o puertas detrás de las que sólo hay una pared o el vacío.
La casa es una especie de laberinto gigante construido con el objetivo de confundir a los espíritus, los espíritus de los muertos con los rifles que habían hecho rica a la familia de Sarah Winchester y que estaba convencida vendrían a vengarse.
LA HISTORIA DE LA CASA WINCHESTER
En 1881 Sarah Winchester enviudó luego de haber perdido también a su única hija años antes, quedando sola y destrozada. Su marido William era el heredero del imperio Winchester, una de las empresas fabricantes de armas más importantes de Estados Unidos.
Sarah heredó más de 20 millones de dólares, además de la mitad de la Winchester Repeating Arms Company. A pesar de la fortuna la infelicidad de Sarah se hacía cada vez mayor.
Aconsejada por un amigo, buscó respuestas a través de una médium. “Tu marido está aquí”, le dijo la médium describiéndolo. “Dice que hay una maldición sobre vuestra familia, que se llevó la vida de vuestro hija y la suya. Pronto se llevará la tuya también. Es una maldición provocada por las terribles armas creadas por la familia Winchester. Miles de personas han muerto por culpa suya y sus espíritus ahora buscan venganza”.
La misma médium le dijo a Sarah que debía mudarse, que su marido la guiaría y cuando encontrara un nuevo hogar, ella lo reconocería. “Debes empezar una nueva vida y construir un hogar para ti y para los espíritus de los caídos también. Nunca pares la construcción de esa casa. Si continuas construyendo, vivirás. Para y morirás”.
Convencida por las palabras de la medium, Sarah se mudó hasta California encontrando una propiedad de 6 habitaciones que aún estaba en construcción.
Sarah desechó los planes del antiguo propietario y empezó a construir sin arquitecto su hogar. Contrató albañiles y carpinteros de la zona y durante los siguientes 38 años se dedicó a construir y remodelar toda la casa sin detenerse.
Ella creyó que su única oportunidad para vivir una vida normal era la de construir una casa de forma permanente. Si la casa nunca se terminaba, ningún fantasma podría instalarse en ella.
La casa contiene –aparte de sus 4 pisos, 160 habitaciones, 467 entradas y 47 chimeneas – muchas características utilizadas para atrapar o confundir a los espíritus. Hay puertas pequeñas o que no conducen a ninguna parte, y ventanas que miran adentro de otras partes de la casa. Aunque la mansión sea enorme, hay sólo dos espejos en el lugar. Esto se debe a que Sarah creía que los fantasmas temían a su propio reflejo.
También parece que Sarah tenía una cierta fijación con el número “13”. El “13” se repetía en el número de cúpulas del invernadero, el número de paneles de cristal de las ventanas o el de las paredes de madera. Los tramos de muchas escaleras eran de 13 escalones o el número de candelabros en algunas habitaciones, que volvía a ser 13. Probablemente sólo otra superstición más de las que dominaban a Sarah.
Luego de dirigir la continua construcción de la mansión durante 38 años, Sarah falleció mientras dormía a la edad de 82 años. Muchos acontecimientos extraños han ocurrido a través del tiempo y siguen reportándose actualmente. Los psíquicos han visitado la casa y creen que muchos espíritus deambulan por ella, incluyendo el fantasma de Sarah Winchester!