Todo comenzó a las 7:50 de la noche. A esa hora y en mi habitación, sólo pensaba en que al día siguiente tenía algunas cosas que hacer en la universidad, tenía un evento importante y debía estar muy arreglada para ello. Ya había acomodado mi cabello en una especie de rollo sostenido por pinzas para que cuando me levantara se mantuviera lacio y bien peinado, por lo que procedí a pintarme las uñas. Realmente en mi mente estaba repasando todo aquello que debía exponer frente a un frío jurado de directores y profesores, sólo me estaba enfocando en eso, y eso era lo único que me importaba en ese momento; pero algo que era importante en una presentación era la buena y limpia imagen. Pinté las uñas de mis manos de un color rojo, tan brillante y profundo como la sangre, ése era el color que más me gustaba. Después de eso, aún repasando en mi cabeza el contenido, miré las uñas de mis pies, las cuales estaban un poco largas para mi gusto. Odiaba tenerlas largas, no me sentía con complejo de águila, así que tome el cortaúñas y con cuidado corté cada una de las uñas de mis pies.
Fue hasta después de que las corté todas que me di cuenta de la situación...
Todo el contenido de mi exposición salió de mi cabeza dejando sólo la carrasposa voz de mi abuela resonando en ella: "Hija, no te cortes nunca las uñas de noche".
Me quedé mirando el vacío por un momento, siempre había creído en mi abuela y en sus supersticiones, y siempre había tenido en cuenta cada una de ellas, salvo por esa noche que la olvidé. Recordé cómo inocentemente había preguntado por qué era malo eso, y que la respuesta no me había gustado para nada, me había causado miedo, y eso era lo que tenía en ese momento, miedo. Suspiré mirando la pared. ¿Y ahora? Mi abuela nunca me había dicho qué hacer si las cortaba, pero sí me había dicho esto:
"Después de las 8:33 p.m., no vayas a cortar tus uñas, ni las de las manos ni las de los pies, pues después de esa hora, ese instrumento de plata estará maldito. Maldito para todo aquel que lo presione sobre su carne y sus uñas; será más afilado y más brillante, y traerá consigo algo terrorífico, algo fuera de este mundo. Recuerda esto: 'después de las 8:33, corta tus uñas y vas a temer. Alguien tocará tu puerta, un regalo dejará; no lo abras hasta que amanezca, no seas curiosa. No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte. No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte'"
Solté el cortaúñas rápidamente y miré las uñas reposar sobre el suelo. El corazón me latía con fuerza, mi abuela no mentía nunca. ¿Y si llegaban a tocar mi puerta? ¿Y si me encontraba con una caja? ¿Justamente en ese momento tenía que vivir sola? No dejé de mirar las uñas, tenía mucho miedo, el corazón no dejaba de latirme rápidamente y sentía que algo malo iba a suceder, pero, ¡espera! No cortes tus uñas después de las 8:33. Corrí a mirar el reloj de la sala y me detuve en seco frente a él observándolo. Marcaba las ocho en punto. Cerré los ojos y solté una bocanada de aire al mismo tiempo que mantenía mi mano derecha sobre mi pecho. Lo había hecho antes de las 8:33, estaba segura, no me pasaría nada.
Repentinamente me rugió la panza, era momento de hacer algo de cenar y luego irme a la cama para estar descansada al día siguiente. Caminé hacia la cocina y encendí la televisión para mirar las noticias, fui hasta el refrigerador y saqué dos huevos para freír. Aparentemente, había habido un incidente en Colorado, algo relacionado con un tiroteo; la noticia parecía indignante, pero más indignante fue lo que dijeron antes de ir a comerciales.
"Ya que son las 8:50 de la noche, vamos a una pausa comercial".
Después de las 8:33, corta tus uñas y vas a temer...
Me quedé paralizada, el corazón volvía a latirme con fuerza y volvía a tener miedo; pero esa vez el miedo fue aún más fuerte, de aquel miedo que te ataca con tal intensidad que te impide mover tus músculos e inmediatamente cierra tus cuerdas vocales, dejándote mudo y paralizado. Habían pasado sólo unos minutos desde que miré el reloj de la sala, ¿tenía mal la hora? Suspiré y temblando un poco caminé hacia mi habitación. Lentamente llegué, con el corazón acelerado y las manos sudando. Eran las 8:50 aún. No podía ser, miré el aparato sorprendida y con algo de desesperación busqué en mi gaveta varios de los relojes que tenía. Tomé uno y lo miré, las 8:50; tomé otro y lo miré, las 8:50; tomé otro, ¡las 8:50! Sin evitar la desesperación arrojé el reloj hacia la pared haciéndolo pedazos y tomé rápidamente mi celular para llamar a mi madre. Pero después de marcar el número, algo resonó en mi cabeza: alguien tocaba el timbre. Me paralicé por completo y el teléfono se resbaló de mis manos cayendo al suelo.
Alguien tocará tu puerta...
Algo me decía que no abriera la puerta, o que la abriera, tomara mis cosas y saliera de ahí lo más rápido que pudiera, pero algo también me decía que ya era muy tarde. Lentamente cerré los ojos, apenas podía respirar, sentía el corazón latiéndome en todo el cuerpo y las manos me sudaban. Pero nunca había sido cobarde, y no podía serlo ahora; quizá era el momento de que mi abuela se equivocara y quizá estaba exagerando. Me levanté despacio y caminé, tratando de calmarme con cada paso que daba hacia la puerta. El timbre sonó tres veces y después cesó. Lentamente coloqué mi mano sobre la perilla, pensando que nada iba a pasar, que seguro era una de mis amigas o mis vecinas fastidiosas, y que nada de lo malo que había pensado me sucedería. Suspiré, cerré los ojos y abrí la puerta.
Un regalo dejará...
Había una caja. El corazón en ese momento me latió tan fuerte que lo escuchaba resonar en mi cabeza, inmediatamente comencé a llorar con desesperación, las manos me sudaron más y más, el miedo me invadía tanto que sólo quería llorar, llorar y esconderme, taparme los ojos y
pensar que nada de eso estaba sucediendo, despertarme de esa pesadilla. La caja era negra, un negro perturbador e inquietante; quería patearla, pero temía empeorar las cosas. ¿Qué debía hacer? ¿Qué era esa caja? ¿Qué había dentro de ella? Eso era lo peor, lo que podría haber en su interior. Quería saberlo, ¿y si era una broma? Tenía amigas muy bromistas, pero el susto que tenía no me hacía creer que era una broma. Me incliné y tomé la caja. Estaba algo pesada, lo cual aumentaba mi curiosidad.
No la abras antes que amanezca, no seas curiosa...
No podía abrirla, quería, pero no podía. Dejé la caja sobre la mesa y fui hasta la cocina por un calmante, tomé agua y me lo tragué. Pensé por un momento que debía esperar a que amaneciera, quizá así no me pasaría nada. Sí, eso era, debía esperar. El hambre se me había quitado, sentía la casa más sola que nunca, sentía frío, sentía que cada pasillo era más oscuro de lo normal. Entré al baño y me miré al espejo; tenía el rostro rojo, los ojos llorosos, los labios pálidos, y aunque no podía verlo mi corazón seguía acelerado. Después de que me cepillé, salí y comencé a cerrar las cortinas, entonces el corazón me empezó a latir fuertemente de nuevo. Sentí como si alguien estuviera detrás de mí, parado, respirando; sentía su respiración tal y como si fuera una persona, cercana, fría. Respiraba como los sádicos que aparecían en películas. Nunca había estado tan asustada en mi vida, las lágrimas se me salían y todo el cuerpo me temblaba.
No mires hacia atrás si sientes que algo se acerca, pues el dueño de la caja piensa sorprenderte...
El dueño de la caja, ¿quién era? Sentía que alguien estaba detrás de mí, ¿qué podía hacer? El corazón me seguía latiendo con fuerza, el susto iba más allá de lo que podía imaginar. De repente lo pensé. Yo no podía morir, no esa noche, y menos así. Si no podía mirar lo que estaba atrás, tenía que escapar. Con todo el valor que pude reunir cerré mis ojos con fuerza y corrí hacia la derecha. Abrí los ojos y seguí corriendo rumbo a las escaleras, sentía cómo esa cosa me seguía, aún sentía el frío, aún las piernas me temblaban, aún sentía el miedo, y aunque corría aún lloraba con algo de desesperación. Por más que corría, eso que me seguía no se detenía; llegué hasta las escaleras aún sin voltear y fue cuando mis piernas me fallaron, y entonces caí. Rodé por las escaleras, sentí el miedo junto con el dolor. Las pinzas que sostenían mi cabello se estaban incrustando poco a poco en mi cabeza, haciéndome sentir un dolor inmenso que superaba incluso el miedo. Al final de las escaleras no dejé que el dolor me paralizara, me levanté como pude y corrí hacia la salida. Estaba desesperada, y cuando vi la puerta más cercana a mí tropecé, cayendo al suelo. Giré mi cabeza y observé: había tropezado con la caja y ésta se había volteado, abriéndose. ¿Qué había dentro de ella? Habían dedos, dedos de pies mutilados y ensangrentados, también había uñas. Pegué un grito de terror, alejándome con desesperación de ahí; sentí mi frente húmeda, estaba sangrando gracias a las pinzas que me habían lastimado. Pero más fuerte que ese dolor, fue el que sentí al observar que me faltaban todos los dedos de mis pies. Abrí los ojos de par en par y lo último que vi fue un rostro tan blanco como el papel, y unos ojos más rojos que mi pintura de uñas. Luego de eso, me desmayé.
No cortes tus uñas de noche, no, si esperas a la muerte.
Mi abuela una vez me dijo: "No cortes tus uñas de noche", y en mis años de vida siempre tuve presente eso, hasta que un día lo olvidé. La abuela nunca se equivoca. Ahora les digo a ustedes, no corten sus uñas de noche, siempre habrá un amanecer.
El año 2013 no fue un gran año para mi familia y para mí. Tras haber quedado huérfano, el resto de mis parientes y yo decidimos mudarnos a otro País; por razones personales no les mencionaré a cuál.
Les contaré esto para que tengan cuidado; a pesar de ser casi una historia de terror de esas que solo en los libros o en páginas de Internet se encuentran, les puedo asegurar que es real.
Era una mañana de diciembre, para ser exacto el día 22; mi familia y yo nos disponíamos a pasar la Navidad fuera de la ciudad. Tomamos las cosas necesarias y tomamos rumbo a un pueblo del que mi padre siempre hablaba, decía que el creció ahí, tenía un familia ahí, y que la vida en el campo es más bonita que en la ciudad. Todas esas cosas que quizá algunos, detestamos de los padres. Al llegar a pueblo me sentí muy enojado, habíamos recorrido un buen tiempo hasta ahí y lo que vi realmente me enfurecía.
Casas muy rústicas hechas de barro, y por cierto, de las que solo habían unas veinte o algo más. Mi teléfono celular no mostraba señal, y era obvio que no había Internet. Miré al cielo, y en mi mente solo decía "solo 5 días, solo 5 días". Mi padre, al ver mi expresión, me dijo:
-Anímate, hijo, mira: tus hermanas están felices. ¿Acaso no respiras el aire fresco? ¿Acaso no ves lo hermoso del paisaje que tenemos?
-Ok, está bien, trataré de no morir del aburrimiento... -Le contesté.
Luego me fui a sacar mis cosas del coche. Poco después, mi padre se encontró con uno de sus tíos, o primos, qué se yo. Lo único que hice fue presentarme y jugar con mi celular. Sí, por suerte tenía juegos.
Eran ya las 10 de la noche y mi padre vino al lugar donde nos estábamos alojando con cinco platos de comida para toda mi familia. Al probarlo, casi vomito. No era ese sabor de la ciudad, sabía muy raro; lo único que hice fue poner el plato en el suelo y echarme a dormir. Ya para el día 24 en la noche, estaba algo calmado y resignado, tenía que pasar Navidad ahí. El tío o primo de mi padre era muy amable y parecía una buena persona.
Ya para las 10:00 p.m mi madre soltó su cabello y empezó a peinarse. Le pregunte por qué hacia eso, y solo me dijo: "Me siento incómoda, nada más".
El primo o tío de mi padre le dijo a mi madre que por favor, no botara sus cabellos por la calle ya que eso es peligroso por esos lugares, y se fue a traernos la cena. Mi madre, sin hacerle caso, juntó lo que sobraba de su cabello del peine, ese que a veces queda cuando nos peinamos, lo cogió y abriendo la ventana, lo botó... NUNCA DEBIÓ HACERLO.
Eran aproximadamente las 11:58 p.m.; había algo de música, comida, etc. En el momento en el que todos nos saludábamos por la llegada de la Navidad, vi una sombra pasar por la ventana de la casa: no sabía que era, pero sentí que no era algo normal y que su presencia me causaba terror, así que decidí ignorarlo.
A la mañana siguiente, desperté y recordé esa cosa que pasó por la ventana, moví la cabeza y decidí olvidarlo. Mi madre estaba algo mal y mi padre, preocupado por la salud de ella, decidió que todos volviéramos a nuestra casa. Yo, contento de la noticia, solo alisté mis cosas y fui rumbo al coche, entre ahí, me puse los audífonos y vi a mi padre traer a mi madre casi ya cogiéndole entre sus brazos.
-No pensé que fuera tan grave. ¿Qué le sucede? -Dije.
Mi padre la metió al coche y casi sin despedirse, lo encendió y nos fuimos. Desde que salimos hasta llegar al hospital, mi madre no podía dejar de vomitar. Al llegar mi padre salió con mi madre; mis hermanas y yo esperamos en el coche, ellas empezaron a llorar. Son Tania y Jazzy de 4 y 2 años, respectivamente. Lo único que podía hacer era calmarlas.
Pasaron aproximadamente dos horas y mi padre volvió, me dijo que mi madre estaba hospitalizada por algún mal, algo que le chocó en el pueblo hizo que se pusiera así. Nos fuimos a casa; mi padre por alguna razón decidió dejar a mi hermanas con mi tía, la hermana de mi madre. Le contó lo sucedido y de inmediato se hizo cargo de mis hermanas.
Me levanté con los llantos de mi padre en la sala, miré el reloj y eran las 3:14 a.m.; bajé y le pregunté:
-¿Qué pasó? ¿Estás bien? -Mi padre solo me miró, con un mar de lágrimas en su rostro.
-No te dejaré nunca, ni a ti ni a tus hermanas; las tendré hasta mi muerte -Dijo, y me abrazó fuerte. Me quedé helado y por fin continuó.- Tu madre acaba de fallecer.
Lo único que hice fue abrazar a mi padre, y luego llorar y llorar.
Mi padre me sentó en el sillón y me dijo que tenía que ser fuerte, y que lo esperara un momento pues haría unas llamadas. Estaba secándome las lágrimas cuando en ese momento, vino a mi mente esa sombra extraña. Algo tenía que ver, no sabría cómo decirlo, pero era algo que yo sabía que se relacionaba directa o indirectamente con la muerte de mi madre. Me acordé del familiar de mi padre, que le dijo a mi madre que no botara su cabello, por algo que ya no recordaba bien en ese momento...
Después de enterrar a mi madre, el médico llamó a mi padre para explicarle sobre algunas cosas sobre la muerte de ella. Vino una tarde a mi casa y le enseño una fotos, me escondí en la cocina y oí al médico decir: "muerte súbita", "muerte anormal" y términos de médicos. Vi a mi padre ver las fotografías, y nunca olvidaré su rostro de susto y espanto.
Tenía 15 años y nunca creí en cosas paranormales, pero al ver a mi padre con ese rostro, sentí pánico y miedo. Confundido, subí sigilosamente a mi habitación y me puse a pensar en qué clase de fotografías el médico le mostraba a mi padre.
A la mañana siguiente, era primero de enero. Dios, no me di cuenta del Año Nuevo; todo pasó tan rápido que aún me confunde. Mi padre trajo a mi tía a la casa, nos iba a cuidar pues mi padre tenía que ir al pueblo. Le pregunte por qué volvería, si era ahí donde mamá se puso mal, mi padre solo me dijo:
-Ahora eres el hombre de la casa. Tengo que ir averiguar algunas cosas, hijo.- Tomó las fotografías que el médico le entregó y se fue.
Pasaron dos días, mi padre llegó y sin tiempo a explicarnos, nos tomó a mis hermanas y a mí y nos llevó a empacar nuestras cosas. Solo oí decir a mi padre: "Nos vamos de aquí". Mi tía quería calmarlo, pero mi padre salió a decirle unas cosas. Solo vi a mi tía llevarse las manos a su boca. Mi padre volvió hacia nosotros y terminó de empacar.
Hoy es 6 de enero, y hasta ahora no puedo entender por qué nos fuimos de casa. A veces me pongo a pensar que huimos de alguien o algo; nunca entenderé el porqué del comportamiento de mi padre, qué vio en las fotos, qué encontró en aquel pueblo; lo único que mi padre me dijo antes de irnos Fue:
"NUNCA, NUNCA ARROJES TU CABELLO A LA CALLE"
He tenido el mismo sueño durante ocho años. Siempre se trata de mis amigos Lyle, Nate y Rouge sentados en el sofá comiendo bocadillos y jugando videojuegos mientras una chica de apariencia espeluznante con heterocromía color rojo y purpura, con el cabello teñido de verde con reflejos negros y puntas en rojo nos está mirando.
Sus ojos centellean y una sonrisa siempre presente en sus labios la acompaña mientras hace guardia en una extraña puerta de metal que no está anclada a ninguna pared. Cada vez que alguien intenta hablar con ella, a cambio regresa una expresión de enojo en su rostro acompañada por gritos que me despiertan y el sueño termina. Me despierto en mi habitación preguntándome porqué sigo teniendo el mismo sueño. Les conté a mis padres sobre este extraño sueño cuando empezó a suceder. Me dijeron que era algo extraño, pero que probablemente no era algo por lo que debiera preocuparme y que no debía decir a nadie sobre esto, así no sería objeto de burlas. Siempre he tenido confianza en mis padres, así que dejé de preocuparme por el sueño y jamás se lo conté a nadie hasta que...
Cuando salía de la escuela con mis amigos después de clases decidí contárselos. Verás, entre mis amigos y yo hicimos un pacto en el que jurábamos que no habría secretos entre nosotros. Así, si alguno está en problemas, los demás podemos ayudar. Entonces me sentí obligado a hablarles de mi sueño para dejar de tener esa sensación de culpa en mi pecho. Después de todo creí que estaba rompiendo el juramento si no lo hacía. Imaginen mi sorpresa cuando supe que han estado teniendo el mismo sueño exactamente la misma cantidad de tiempo. Nos pareció extraño y estábamos asustados así que decidimos no decir a nuestros padres pues pensarían que estábamos mintiendo.
Como es usual, tuve el mismo sueño esa noche. Solo que en esta ocasión miré a mis amigos y les susurré "¿Es mi sueño o el de ustedes?". Me miraron con incredulidad y dijeron. "Creo que todos estamos compartiendo el mismo sueño". Entonces lancé la siguiente pregunta: "¿Alguno de ustedes sabe lo que la chica espeluznante resguarda en la puesta de allí?". Todos me negaron con la cabeza. Luego pudo escucharse el grito: "¡Qué están haciendo ustedes cuatro!". Vuelvo la vista a mi espalda y pude ver cómo nos veía con una mirada de enojo en su rostro que prometía dolor. Reuní todo el valor que tenía y le mentí en un intento por salvar el pellejo. "Estamos discutiendo la estrategia del juego para poder superar este nivel". Ella se burla y regresa a cuidar la puerta. Regreso a ver a mis compañeros y Lyle dice: "Esta es la primera vez que interactuamos con ella sin que nos saque del sueño". Rouge mira a los tres y dice: "Despertemos y reunámonos en el mundo real para hablar sobre esto". Nate está de acuerdo y se dirige a la chica para decirle algo que la hace enojar y nos saca del sueño.
Nos reunimos en la biblioteca y discutimos lo que había sucedido. Se nos ocurrió un plan para enfrentar a la chica, atarla y exigirle respuestas. Pero mientras discutíamos este plan, un chico conocido como el solitario de la escuela se acercó y me entregó una nota. Me dijo: "Querrás leer esto antes de hacer lo que piensas hacer". Antes de que pudiera cuestionarlo ya se había retirado. Intentamos seguirlo pero después de dar vuelva en una esquina del pasillo se perdió entre la multitud. Mis amigos y yo nos miramos desconcertados preguntándonos de que diablos se trataba esto. Abrimos la nota y había un dibujo.
Éramos nosotros y la chica que hacía guardia en nuestro sueño. El dibujo de la chica estaba atado con las palabras "No Hablar" escritas sobre ella. El dibujo nos situaba en la puerta. Decía que si se abría la puerta quedaríamos libres de este sueño. Mis amigos y yo estábamos conmocionados. ¿Cómo supo lo que habíamos descubierto? ¿Qué demonios era todo esto? Decidimos tomarnos la nota en serio y hacer lo que indicaba, sin importar lo espeluznante que se escuchaba nos armamos para nuestra próxima "batalla", por así decirlo.
Esa noche el sueño inició e hicimos todo con normalidad con el fin de no levantar sospechas. Durante lo que parecía una eternidad, esperamos el momento ideal para atacar. El momento preciso era cuando apartaba sus ojos de nosotros. Todo esto sucedió después de lo que creímos era una hora y trece minutos, atacamos y dado que era nuestro sueño, "soñamos" con un poco de cuerda, tirarla y atarla no resultó tan difícil después de todo. Todos pudimos ver su expresión de ira y enojo. Caminamos hacía la puerta y cuando estábamos a punto de abrir pudimos escuchar: "¡ABRE ESA PUERTA Y LOS MATARÉ A TODOS!". Después regresó a ver a Nate y le dijo en un profundo y escalofriante susurro apenas audible: "Empezando por ti..." nos miramos unos a otros preocupados por la integridad de Nate. Estábamos a punto de regresar hasta que Nate dijo "Al diablo con este bicho raro. Fox abre la puerta". Lo miro y sonrío. Mis amigos y yo nos volvemos hacia la puerta e ignoramos a la chica gritando que no abriéramos la puerta. Una luz brillante inunda la habitación después de abrir la puerta. Veo a mis amigos y camino a través de ella.
Me despierto con el sonido de la alarma. Abro los ojos y veo blanco por todas partes. Después de ver a mi alrededor me doy cuenta que estoy en una habitación de hospital. A mi lado hay tres camas con mis amigos sobre ellas. Parece que también acaban de despertar. Rápidamente pregunto: "¿Dónde estamos chicos?". Me miran y tampoco saben nada.
Un doctor ingresa y dice "Increíble, se han despertado al mismo tiempo. Es un milagro que nadie se despertara".
Nate dice "¿Qué quiere decir doctor?".
El doctor dice. "Bueno Leo. Tú, junto con Ryan, Don y Tim han estado en coma desde hace diez años".
¿Por qué llamas Leo a Nate? ¿Y quién es Don y Tim? Le pregunto.
Luego, el doctor nos dice algo que nos deja sin palabras. Resulta que antes de nuestro sueño nunca nos conocimos. Ni siquiera estudiábamos en la misma escuela. De alguna forma nuestros sueños se vincularon y así fue como construimos una nueva identidad de nosotros mismos. Supongo que nos habíamos olvidado de quiénes éramos. Y tampoco es que importara mucho en aquel momento.
Ya han pasado cinco años desde esto. Mis amigos y yo todavía nos hablamos y ahora asistimos a la universidad. La única razón por la que cuento esto es por qué hace poco recibí una carta por correspondencia. El sobre estaba en blanco, así que tomé una máscara y lo retiré de mí por si contenía algún veneno. No era veneno, simplemente era una carta. Una carta en la que se podía leer:
"Solo porque han pasado cinco años no significa que se terminó. Hasta pronto."
- Edema Donmr
Corrí a llamar a Nate. Todo lo que pude escuchar era estática y lo que parecía una sonrisa.
¡Hey, hola! Qué alegría volver a verte, ¿te acuerdas de mí? Jajaja, pues claro que sí te acuerdas; ¿cómo te olvidarías de tu amigo de la infancia? Yo no me he olvidado de ti, aunque debo decir que has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, estás más delgado que antes, ¡aunque tu altura lo compensa! Pero claro, yo estoy algo más.. atlético, por así decirlo, después de todo he tenido mucho tiempo para hacer ejercicio. ¿Sabes algo? Cada día, desde la última vez que nos vimos, he estado pensando mucho en ti, no he podido dejar de hacerlo a pesar de lo mucho que lo intentaba.
¿Te acuerdas de nuestro último año de secundaria? Fue el mejor año de mi vida, ¿sabes? No sé si lo fue para ti también, pero para mí ese año fue muy especial, tengo una gama de recuerdos únicos sobre ese año en secundaria, además de que juntos nos metimos en varios problemas y siempre nos protegíamos como hermanos hijos de la misma madre; nunca nos echábamos la culpa y, es más, nos poníamos de acuerdo para culpar a otros por nuestras payasadas. Aunque como era de esperarse, la mayoría de problemas fueron culpa tuya jajaja, es broma. Digamos que fue culpa de ambos.
¿Te acuerdas de las pinturas en los baños del colegio? Fue tan gracioso, ¿te acuerdas de que teníamos pleitos con Javier y para ponerlo en ridículo escribíamos cosas graciosas sobre él en las paredes del baño? Jajaja, e incluso hicimos una caricatura de él exagerando su nariz, que de por sí en la realidad era descomunal. Inmediatamente después todos comenzaron a hacer lo mismo, impusimos una moda que terminó con los baños totalmente garabateados, y el director y el coordinador del colegio incluso visitaron cada salón de secundaria buscando a los responsables y, si mal no lo recuerdo, prohibieron salir al recreo con plumones y lapiceros jajaja, todo por nosotros, recuerdo que me sentí muy alagado. Casi todos sabían que habíamos sido nosotros, pero nadie decía nada, incluso la chica nueva, Cristine, supo mantener el secreto.
¿Te acuerdas de Cristine?... Hey, te estoy hablando... estás algo pálido amigo, ¿qué pasó, creías que la iba a olvidar así de fácil? Pues claro que la recuerdas, ella era tan hermosa, tan inocente. Esos grandes ojos de color caramelo hacían que tu mente diese vueltas sin parar y extrañamente calentaba tu cuerpo hasta dejar que controlara tu cerebro, increíble, ¿no? Hasta comenzaron a corren rumores sobre ella. ¿Te acuerdas de que decían que practicaba brujería? Se comenzó a creer que ella era una bruja, jajaja, una bruja muy bella, por supuesto. Durante la segunda mitad del año ella era la más odiada por las mujeres y la más amada por los varones. ¿Te acuerdas de que todos los varones fantaseaban con ella? Le traían regalos, la invitaban a salir, incluso nosotros también lo intentamos, ¿te acuerdas? Pero en el fondo todos sabíamos que esa obsesión no era normal, no nos dejaba concentrarnos en clase, no podíamos desviar la mirada de sus ojos. Ya había llegado a ser muy molesta esa situación.
¿Te acuerdas de lo que pasó "ese" viernes? ¿No lo recuerdas?, ¿en serio?... ¿Por qué me mientes, amigo mío? Si lo llevábamos planeando desde hace mucho, además de que esa fue la última vez que nos vimos, ¿te acuerdas? Ya estábamos hartos de los hechizos de esa muchacha, no queríamos reprobar el año por culpa de una bruja, porque eso es lo que ella era, ¿verdad?, una maldita y asquerosa bruja, que merecía morir. Recuerdo claramente que la seguimos después de clases con mucho sigilo, ella no se percató de que la seguíamos, incluso discutimos sobre qué callejón utilizar. Cada vez que yo decía "éste es", tú decías, "aún no, hay que esperar otro". Jajaja, idiota, todos estaban vacíos, pero supongo que el miedo te ganaba a pesar de que ya estaba todo practicado.
Hasta que llegó el callejón indicado, y si no te hubiera jalado es seguro que nunca lo habríamos hecho. Siempre supe que debí golpearla más fuerte, el golpe que le di sólo la noqueó un poco, pero aún así nuestra fuerza era superior, y éramos dos. Ese callejón estaba realmente sucio, pero seguro que ella lo era aún más, ¿verdad? Una bruja es una impura, una sucia, una maldita bruja después de todo. Ni siquiera se dio cuenta de que la estábamos rociando con gasolina, creo que por un momento no le tomó importancia, pero cuando vio el encendedor se dio cuenta de nuestras intenciones. ¿Te acuerdas? Cómo la poca llama de fuego que emitía el encendedor se esparció tan rápido que casi nos llega a consumir a nosotros. Ella se movía y gritaba, era una masa de fuego, una verdadera antorcha humana. Cuando ya no se movía más le echamos agua. ¿Te acuerdas de cómo quedó? El hechizo se había roto, esos ojos de color caramelo que deseábamos mirar durante toda la eternidad, ahora sólo eran dos globos oculares derretidos y de color blanco y rojo por la carne quemada. Ya no me gustaba. Se veía horrible sin piel, ahí supe que el hechizo se había roto.
¿Te acuerdas de lo que pasó después? Al parecer, sus gritos llegaron a los oídos de un imbécil que llamó a la policía. Ellos llegaron rápido, lo debo admitir, ni siquiera nos dio tiempo para salir del callejón y buscar otro lugar en donde escondernos. Lo único que pudimos hacer fue correr a lo largo del callejón hasta llegar a una rendija con un pequeño espacio. ¿Te acuerdas también de mi buena acción? Dejé que pasaras primero, después de todo, eso es lo que hacen los amigos, ¿verdad? Después te pedí que me ayudaras, porque yo no cabía. Te pedí que jalaras con fuerza, la policía ya estaba a unos pasos de mí, pero si hubieras seguido jalando estoy seguro de que lo hubiéramos logrado. Y tú me soltaste, ¿te acuerdas?, y me dijiste "lo siento". Yo no te solté, pero al ver que tú me evitabas la mano como un enfermo leproso, te advertí algo. La policía me atrapó. Cinco años sin verte. Cinco malditos años desperdiciados en una prisión, en una asquerosa prisión donde nos servían una repugnante sustancia que ellos llamaban comida. Como te dije, siempre estuve pensando en ti, amigo mío. ¿Te acuerdas de lo que te dije después de que me soltaras la mano? ¿Te acuerdas de lo que juré que te haría si te volvía a ver? ¿Ahora te acuerdas?... Qué alegría volver a verte...
Mi esposa era la hija única y mimada de padres adinerados que vivían en el área rural de Nueva York. Para ese entonces, habíamos estado casados por ocho meses y las cosas no podían ir mejor. Teníamos una casa propia, trabajos geniales y un par de autos para sellar el sueño americano. Habíamos estado pensando en conseguir un perro, y los planes de hijos tampoco estaban en el futuro distante. Pero las cosas no salieron como lo esperábamos.
Una mañana, mi esposa recibió una llamada de la policía informándole que sus padres habían muerto en un accidente vial. Nunca la había visto tan abatida en toda mi vida.
Después de la vela y de los funerales, llegaron los crudos trámites legales de los que nadie nunca quiere hablar después de una muerte. Cuando repasamos el testamento, descubrimos que sus padres le habían dejado la hacienda. Una parcela de tierra de 200 acres con una casa de millón de dólares en el lago. Estábamos sorprendidos, por decir poco.
Comenzamos a mudarnos lo más pronto posible. Vendimos nuestra casa vieja y los autos, y aceptamos amablemente todas las pertenencias que sus padres habían querido que tuviéramos.
Pero hubo un problema. La casa simplemente se sentía... muerta. Era muy grande, pero, de alguna forma, estrecha. Todas las paredes parecían ser más angostas de lo que deberían, y podías gritar desde un extremo de la casa sin poder escucharlo en el otro. Acostumbrarnos nos tomó un tiempo, pero al final le agarramos cariño al viejo mastodonte. O al menos eso fue lo que le dije a mi esposa.
Cuando estaba solo en la casa, había algo desconcertante sobre el lugar. Un rechinido en el piso, un crujido en la ventana, un escalofrío en mi cuello cuando pasaba a un lado de una ventana brillante, sintiéndome como si estuviera siendo observado. Realmente la odiaba.
Mi esposa trabajaba hasta tarde cada día de semana. Cuidaba de las personas en un asilo para El Arca, y sus tornos se extendían desde las cuatro hasta la media noche. Usualmente, yo disfrutaba ese tiempo a solas. Leía con frecuencia o escribía, y a veces preparaba una gran pipa y me sumergía en una película. Y esta fue una de esas noches. Alisté todo, le di unas caladas a mi pipa, me envolví en una sábana y empecé la película. Fue un viernes y apenas eran las ocho de la noche, así que supuse que unas cuantas cervezas no me caerían mal; tenía cuatro horas y media hasta que mi esposa regresara. Me bebí algunas y llegué a casi la mitad de la película cuando escuché algo en el piso de abajo.
Juro que pensé que era la casa jugándome trucos, como lo había hecho tantas veces en el pasado. Traté de ignorarlo. Pero entonces escuché un portazo. Me levanté rápidamente y fui a la planta baja. Mi corazón se paralizó cuando vi el resplandor de la luz de la cocina, que sabía que había dejado apagada. Me acerqué progresivamente a la gran entrada que conducía a la cocina. Podía oír movimiento. Y una sensación sobrecogedora de terror se filtró en mi cuerpo cuando finalmente me asomé por un lado de la pared.
Era mi esposa.
-¡Jesucristo, mujer! -le grité, medio bromeando.
Ella dio un brinco, sobresaltada por mi presencia.
-¡Ay, Dios! No me asustes así!
-¡¿Que no te asuste?! Ya pensaba que me iba a morir. ¿No se te ocurrió hablarme para saludar o algo? ¿Y por qué estás en casa tan temprano? ¿A Julie le parece bien?
-Sí, no hay problema. Le dije que no me sentía bien.
-¿Y estás bien? -la cuestioné, viendo que se veía perfectamente normal.
Tenía una mirada de culpa.
-Estoy totalmente bien. Es solo que no quería estar ahí -dijo con una risita.
Me pareció extraño. Nunca había llegado a casa temprano y no parecía importarle mucho. Pasé mi atención rápidamente a las bolsas de víveres. Le pregunté qué iba a preparar, a lo cual respondió, con emoción: «Pollo Alfredo».
-Oh, vaya, muero de gansa. ¿Necesitas ayuda?
Se dio la vuelta con un cuchillo en su mano mientras sacaba el pollo. Me sonrió y dijo que no. Lentamente, me apuntó el cuchillo al rostro y declaró, con ojos lujuriosos: «Esta es tu noche. Te prepararé la cena y quizá después me puedas ayudar con algunas otras cosas». Me sonrió de nuevo, taimadamente. Me mordí el labio y la observé mientras seguía preparando la comida. Le agarré el trasero y le dije que iba a ver el resto de mi película. Subí las escaleras y me recosté en la cama.
Una media hora después, mi esposa entró a la habitación. «La cena está lista» fue lo único que dijo antes de salir lentamente.
Bajé minutos más tarde, encontrándome con la cena desplegada atractivamente. La mesa se veía asombrosa.
-Por Dios, te luciste. Tengo que tomar una foto para Instagram.
Me hurgué los bolsillos y noté que había dejado mi teléfono arriba. Subí rápidamente y no pude encontrarlo por ninguna parte, pero de seguro solo estaba perdido entre las cobijas. Fui al principio de las escaleras y grité:
-¿Puedes llamar a mi teléfono?
Ella rio.
-Nooo, vas a tener que esforzarte por esa foto de Insta.
-Anda, mi comida se está enfriando.
No hubo respuesta.
Seguí buscando por unos tres minutos hasta que lo escuché vibrar. Lo encontré en el suelo, bajo una de mis camisas. Era mi esposa que se dignó a llamar.
-Al fin -dije y colgué la llamada mientras me ponía de pie para ir a la planta baja.
El teléfono vibró de nuevo.
Mi esposa, de nuevo.
-¿Qué quieres? -contesté.
-¿Disculpa? ¿Qué fue ese «al fin»? ¿Y por qué estás siendo tan grosero?
-No querías llamar a mi teléfono.
-Perdona que no te pueda llamar siempre que se te ocurra. Estoy en el trabajo. Tengo cosas que hacer -aclaró, soltando un escalofrío por mi médula.
-¿Qué acabas de decir?
-Dije que estoy ocupada. Aún me queda una hora de trabajo y solo te llamaba para decirte que te extraño, pero tenías que contestar el teléfono como un cretino.
-Así que estás diciendo que no estás en casa, en la cocina -repliqué; ahora mi tono era bajo y tembloroso.
-Ah, jaja. No estoy en la cocina. Buena esa -rio.
-No, no. Te digo que hay alguien aquí que se ve exactamente como tú. Pensé que habías llegado temprano.
Tragué grueso a medida que el entendimiento paralizaba mi cuerpo.
-Tienes que ponerle llave al dormitorio ahora mismo y encuentra algo que puedas usar como arma -dijo frenéticamente-. Voy a llamar a la policía.
-Cariño, ¿qué mierda está pasando? ¿Quién es? -exigí; el miedo fluía de mi voz.
-Es mi hermana.
Me quedé en el dormitorio hasta que la policía llegó. Resultó que se había asustado y se fue antes de que la policía llegara. Encontraron arsénico en la comida y una nota con cuatro palabras: «Esta es mi casa».
Mi esposa nunca me contó de su hermana gemela. Al parecer, había estado entrando y saliendo de prisión y hospitales psiquiátricos toda su vida. Su familia la había desheredado y era como si estuviera muerta.
Fue así hasta que escuchó del accidente. Ahora todas esas sensaciones extrañas que he estado sintiendo son más válidas. Y no han desaparecido.