Desde que el hombre ha tenido uso de razón, o quizás antes, ha observado el cielo, y de tanto mirarlo ha aprendido a interpretarlo.
Las estrellas le ayudaron al ser humano a ubicarse y a guiarse, ya fuera en el desierto, en los mares, en las selvas. Las estrellas fueron un punto de referencia, un mapa escrito en el cielo. También fue a partir de los astros que el hombre aprendió sobre los ciclos de la naturaleza y pudo crear calendario. Su detallada observación lo llevó a predecir fenómenos, como los eclipses, que le sirven para conocer más sobre el espacio.
El cuarto planeta del sistema solar (en relación al sol) y el segundo más cercano a la tierra es Marte. A este astro se le llama así por el dios romano de la guerra, Marte, que para los griegos era Ares. Se caracteriza por su tonalidad roja, dada por el óxido de hierro que predomina en su superficie.
Como Marte es uno de los planetas más cercanos a la tierra y tiene una superficie en la que se puede aterrizar, o mejor dicho, amartizar, el hombre podría visitarlo. En Marte hay volcanes, hay montañas y hay cráteres, pero no hay árboles, ni siquiera hay oxígeno. El hombre tendría que llevar todas sus provisiones. La NASA, que es la agencia del gobierno estadounidense responsable de los programas espaciales, tiene previsto que para el 2033 el hombre llegue a Marte. El tiempo de viaje sería de 7 meses. Antes de poder realizar ese viaje, los astronautas deben probar que pueden pasar mucho tiempo encerrados en una nave.
Antes de llegar a Marte, los astronautas tienen que saber a qué van y cómo será esa experiencia. Para que la vivan en su propio planeta, los científicos simularon las condiciones del viaje. Colocaron una nave espacial cerca de Moscú, Rusia, y ahí vivió durante 520 días una tripulación de seis personas. En ese tiempo solo comieron alimentos empacados, no podían salir de la nave por ningún motivo, no les llegaba luz del sol ni aire del exterior.
En el espacio no hay gravedad, la fuerza que te atrae al suelo. Por eso, los astronautas flotan en la nave: todo lo que no está atado, flota. Si abres una botella de agua, las gotas de inmediato comienzan a flotar. Si abres una bolsa de palomitas, tendrías que perseguirlas por toda la nave. ¿Te imaginas cómo es el baño en una de estas cápsulas espaciales? Es un tubo que aspira los desechos. ¿Y para dormir? Se meten en un saco y se tienen que ajustar unos cinturones para que no anden flotando dormidos por aquí y por allá.
Un astronauta de la NASA, el comandante Reid Wiseman, que ha pasado seis meses en la Estación Espacial Internacional, cuenta que flotar es increíble, pero que después de algunos días extraña tumbarse en su cama y relajarse. A veces, esto de flotar resulta cansado.
A Wiseman le parece que lo más hermoso de estar en el espacio es la vista de nuestro planeta. Dice que la imagen es emocionante, y que desde el espacio percibe a la tierra como un ser vivo que respira.
La Estación Espacial Internacional es una nave construida en la tierra y enviada al espacio. Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá y otros países se unieron para construirla.
Esta estación, conocida en español como EEI, fue construida para conocer más sobre cómo se puede vivir en el espacio, cómo actúan los objetos en donde no existe la gravedad y para probar un gran número de experimentos.
La estación se provee de energía gracias a sus paneles solares que están fijados a su estructura. La EEI nunca está deshabitada: siempre hay astronautas trabajando en ella. Pero solo pueden estar algunos meses, porque no es conveniente que el ser humano pase temporadas muy largas en el espacio: por un lado, porque estar encerrado tanto tiempo en una cápsula no es bueno para la salud; y por otro, porque la gravedad afecta los músculos del cuerpo, que se ponen débiles al no hacer esfuerzo.
Si de algo podemos estar seguros, es que el sol sale todos los días. En realidad no sale de ningún lado, porque siempre está ahí. La tierra es la que gira. Cuando es de día, es porque la cara de la tierra en la que vivimos ve hacia al sol.
El sol es una estrella: es nuestra estrella, la que ilumina nuestro planeta y los demás planetas vecinos. Y no solo es la que nos provee de luz, también nos da energía. Gracias al sol tenemos vida. Este es un dato que el ser humano sabe desde hace millones de años, por eso, no es de extrañar que los dioses principales de distintas culturas sea el mismísimo sol. En el México prehispánico, Tonatiuh era el dios del sol; Helios en la cultura griega; Horus Ra en la egipcia.
Tal vez el sol no sea considerado un dios hoy en día, porque sabemos que es una estrella, pero a esa estrella le debemos nuestra existencia.